Ricardo Poma: el legado de un magnate que transformó Centroamérica

Llegó tarde a nuestra cita en una de sus oficinas. No me sorprendió: los hombres de negocios con agendas apretadas suelen estar atrapados entre reuniones y compromisos ineludibles. Pero lo que me marcó de aquel encuentro, hace ya varios años, fue lo que ocurrió cuando finalmente entró a la sala de reuniones. Ricardo Poma, uno de los empresarios más influyentes de Centroamérica, me miró, sonrió con serenidad y con una voz pausada, me ofreció disculpas. Un gesto sencillo, pero que revelaba algo de su carácter: un poder que nunca necesitó imponerse con arrogancia.

Aquella cita era una entrevista que realicé para Revista Pauta, medio en el que trabajaba en ese entonces. Recuerdo que, a partir de ese instante, el diálogo fluyó como si no hubiéramos perdido ni un minuto. Me habló de su familia, de los inicios de un pequeño taller automotriz en El Salvador en 1919 fundado por su abuelo Bartolomé y de cómo ese modesto negocio se convirtió, tres generaciones después, en un conglomerado con presencia en diez países. Contaba su historia con la naturalidad de quien sabe que el éxito no es solo cifras y edificios, sino visión, constancia y, sobre todo, ser gente.

El hombre detrás de los imperios

Ricardo Poma falleció el pasado 24 de agosto, a los 79 años, dejando una huella que trasciende las fronteras de su natal El Salvador. Con él se va un líder que construyó mucho más que centros comerciales, hoteles y cadenas automotrices: edificó un modelo de empresa regional y familiar capaz de modernizar ciudades enteras y cambiar el pulso económico de Centroamérica.

En Panamá, su nombre quedará inevitablemente ligado a Multiplaza Pacific y Metromall. Dos complejos que no solo redefinieron el consumo en la capital, sino que también se convirtieron en puntos de encuentro social, cultural, comercial y adicional se complementan con hoteles. Quien haya paseado por sus pasillos, comprado en sus tiendas o asistido a un evento en los Courtyard, de alguna manera ha sido parte del legado Poma.

El estilo de un visionario

Formado en Princeton y en Harvard, Poma pudo haberse encerrado en las torres de su corporación y manejar los números desde la distancia. Pero eligió otro camino. Cercano, disciplinado y con una ética que repetía en cada entrevista: la importancia de la “visión, la gente y la pasión”. Ese trinomio lo convirtió en referente de liderazgo para varias generaciones de empresarios. De ahí que siempre visitaba los países donde tenía sus negocios y compartía tiempo con la prensa.

Su manera de hablar pausada, su cercanía con empleados y socios y su convicción de que la empresa debía servir también a la sociedad lo distinguieron en un mundo donde muchas veces el éxito se mide solo en utilidades. Con él, el Grupo Poma no solo fue un emporio; también se convirtió en motor de programas sociales, educativos y culturales en la región.

El recuerdo y la herencia

Hoy, al mirar hacia atrás, su figura se suma a esa lista corta de líderes que han marcado mi carrera periodística. Con su partida, queda la certeza de que su legado seguirá en manos de sus hijos y nietos, quienes ya forman parte activa de la cuarta generación al frente del grupo.

Pero más allá de la sucesión familiar y los negocios, lo que perdura es el recuerdo de un hombre que supo ser magnate sin perder la humildad. Ese mismo que, en una sala de entrevista años atrás, me enseñó que la grandeza no está en llegar a tiempo, sino en cómo se llega.

Ricardo Poma ya es parte de la historia, pero seguirá contándose en cada edificio, en cada inversión y en cada vida que, directa o indirectamente, tocó con su visión.

Por: Karin Caballero
Periodista y comunicadora