Por: Eunices Mariscal
Especialista en Agronegocios, Canal de Panamá
En un mundo cada vez más amenazado por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la escasez de agua, hay gestos que parecen pequeños pero que representan grandes lecciones. En el tramo medio de la cuenca del río Indio, en la provincia de Coclé, un grupo de estudiantes del Centro de Educación Básica General de Las Marías ha decidido sembrar más que árboles: han decidido sembrar compromiso, responsabilidad y esperanza. Lo han hecho en el marco del Proyecto de Restauración Forestal en Zonas de Protección Hídrica, junto al Canal de Panamá.
Con la llegada de la temporada de lluvias en junio, las actividades de reforestación comenzaron como parte de una estrategia integral para enriquecer la cobertura boscosa de la cuenca del río Indio. No se trató solo de plantar especies como corotú, espavé, marañón curazao o fruta de pan, se trató de una jornada en la que los estudiantes, con la orientación de sus maestros, padres de familia y técnicos especialistas, aprendieron el valor de cada paso en la restauración ambiental: desde el traslado de las plantas hasta su siembra, fertilización y cuidado posterior.
Esta acción, aunque localizada, tiene implicaciones profundas. No solo fortalece la capacidad hídrica de una región clave para la sostenibilidad del país —la Cuenca Hidrográfica del Canal de Panamá—, sino que además cultiva una ciudadanía ambientalmente consciente. Incluir la restauración forestal en los programas escolares, como parte del proceso educativo, es una apuesta por el presente y el futuro. Los estudiantes no solo aprenden ciencia y ecología; se convierten en protagonistas de una transformación silenciosa pero poderosa.
Los bosques son los guardianes silenciosos del agua. Regulan el ciclo hidrológico, protegen los suelos, recargan los acuíferos y dan vida a los ecosistemas. Sin ellos, la seguridad hídrica de nuestro país está en riesgo, por esa razón, plantar un árbol no es un acto simbólico: es una acción política, social y ambiental. Y cuando son los estudiantes quienes lo hacen, guiados por el conocimiento y la conciencia, se convierte en una inversión invaluable.
El trabajo conjunto entre instituciones como el Canal de Panamá, las escuelas y empresas técnicas como Geo Forestal, demuestra que la colaboración multisectorial es posible y necesaria. Esta alianza no solo permite el cumplimiento de objetivos técnicos —como restaurar una hectárea de bosque ribereño—, sino que abre un espacio de diálogo, aprendizaje y participación activa.
En un país donde muchas veces se habla del ambiente solo en términos de crisis o conflictos, este tipo de acciones nos recuerda que también existen buenas prácticas, personas comprometidas y comunidades dispuestas a cuidar lo suyo. Los niños y niñas de Las Marías no sólo plantaron árboles. Plantaron esperanza, dignidad y responsabilidad intergeneracional.
Proteger el agua del futuro empieza en la escuela, en las manos pequeñas que siembran, en las voces que aprenden y enseñan. Empieza cuando entendemos que el desarrollo no es real si no incluye a la naturaleza y a las personas.
Sembrar conciencia desde la infancia es el mejor legado que podemos dejarle al país. Porque si queremos un Panamá con agua, con bosques y con vida, debemos comenzar por cultivar una ciudadanía que entienda, respete y cuide lo que nos da sustento. Y ese cambio ya comenzó en Las Marías. Ojalá también florezca en el resto del país.
